Kike Guajardo tiene 37 años y es de Monterrey (México). Es el mayor de tres hermanos y cuando nació su hermana sus padres se separaron. Eran una familia modélica hasta ese momento. Su mundo se derrumbó en esos años. Sus padres lamentablemente no supieron llevar una sana separación. Fue creciendo con mucho rencor y enojo.
A los 17 años sintió un dolor muy fuerte en la rodilla. Fue con su madre y su madre le dijo que como estaba creciendo sería esa la causa. Pasó el tiempo y el dolor no cesaba. Recuerda que un viernes en la madrugada no podía dormir por la intensidad del dolor. Acudieron al hospital y el traumatólogo no vió nada en la radiografía. Le hicieron un estudio más completo para determinar qué era lo que ocurría y aunque en la rodilla no tenía nada, sí tenía una mancha negra enorme en la pelvis. “El doctor me decía que si era lo peor podría ser un cáncer. Yo sabía que esa palabra era grave pero no sabía la magnitud de esa palabra”.
Llegan los resultados y se confirma el peor diagnóstico, tenía un osteosarcoma. Sale del hospital, pasan dos semanas y su seguro médico que estaba poniendo problemas para poder viajar a Estados Unidos. “Llegué al hospital y me dijeron que esperara. Estuve cinco horas de espera. Fue un momento de reflexionar mucho”, explica. Se ponía a pensar qué ocurriría si saliera el médico y le dijera que sólo le quedaban seis meses de vida. “Sentía que era un adulto y pensaba en todo lo que me faltaba por hacer. Tenía un regalo tan grande que era la vida y sentía que no la había aprovechado”, resalta.
Tras esas cinco horas, llegan los doctores y de manera fría le explican sobre la gravedad del tumor y todo el tratamiento duro que tenía que llevar. “Empezaron a manejar mi vida por porcentajes. Tienes el 10% de que te corten la pierna y temas así”. Recuerda que le decía al doctor que era mucho el porcentaje de posibilidades que tenía de que le ocurrieran todas esas cosas “malas”. Su actitud en ese momento fue de lucha y de no rendirse.
Para el tercer ciclo de quimioterapia había perdido 20 kilos, era un esqueleto viviente, Tuvo unos momentos muy complicados. “Hubo momentos en que yo hablaba con Dios porque no sabía si me iba a despertar. Le decía: tú dame la oportunidad de abrir los ojos y lucharé”. Tuvo esa conversación con Dios de pedirle cuentas de por qué le estaba ocurriendo esto a él. Estaba enfadado y decepcionado con Dios.
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