Francisco Solano es de Costa Rica y hoy viene a contarnos unas vivencias que tienen su origen desde niño. “En muchas ocasiones sentía una opresión en mi pecho, recuerdo que muchas veces entraba en oración por cultura, era una arma muy fuerte para mí”, recuerda. De niño Francisco hacía maratones de oración por su familia o por cosas que necesitaba. Oraciones extensas que podían durar dos o tres horas. “Sentía algo en mi corazón que me decía que no estaba bien interiormente”, explica.
Y es que cuando oraba sentía un gran temor que no sabía explicar. Conforme iba creciendo toda esa actividad fue incrementando. “Caminaba por ciertos lugares y observaba sombras que iban conmigo, cosas que para un joven eran extrañas”, relata.
En ocasiones se sentía mal físicamente y espiritualmente. “Una vez tuve valentía de involucrarme en la santa eucaristía, recuerdo que me presenté a la parroquia de mi pueblo y conversé con el sacerdote”. Tendría 20 años. Y es que sentía ese llamado de Dios para poder realizar horas santas. Pero en ese momento sintió que las puertas de la Iglesia se le cerraron para poder realizar esa predicación que tanto anhelaba.
Fue cuando Francisco se alejó de los caminos del Señor. “No entendí que no era el momento para servir al Señor de esa manera, el orgullo y la decepción hizo que me alejara del camino del católico”. Se veía en un desierto donde iba y venía a otras religiones, evangélicas, judías. No sabía qué religión era la correcta. Pasó el tiempo y conforme más se alejaba del Señor, más sucesos difíciles le sobrevenían.
Francisco llegó a pensar que no estaba bien psicológicamente y se enfadaba, se llenaba de ira sin ninguna razón aparente.
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