Armando Garcés es un joven de 38 años casado y con hijos. Es de Colombia y hoy viene a contarnos las maravillas que Dios ha hecho en su vida. Hace 7 años llegó a los caminos de Cristo lleno de dudas y de dolor. Su confianza hoy se basa en un Cristo que es real. Solo basta creer, el resto lo hace Dios. Hace unos años ya Dios le concedió el don de ser padre. “El dolor de la pérdida de un hijo es algo muy doloroso. Nace una niña maravillosa, pero a los 7 meses partió a la casa del Padre”, explica. En ese momento le pidió cuentas a Dios como algo inevitable y parte de un proceso que todos pasan. Para Armando una vida sin Cristo es una vida carente y sin sentido. Descubrió que necesitaba de Dios para curar ese dolor. No podía creerse que estuviera enterrando a su hija.
“Si no fuera por el dolor y la soledad quizás no estaría hoy contando esta historia”, cuenta. “En ese dolor yo llegué a los pies de Cristo y le pedí que serenara mis pensamientos. No quería salir a la calle, no quería comer ni báñame. Sé lo que son los ataques de pánico y la depresión”, reconoce. Así como asumimos triunfos Armando nos anima a asumir el dolor también y la realidad que nos ha tocado vivir.
“Decidimos apostarles a Cristo y Cristo fue poco a poco levantándonos. Tus oraciones y súplicas son escuchadas. Otra cosa es lo que tu pienses, que Dios no te escuche, en ese silencio Dios actúa”. Así fueron asistiendo a retiros de Emaús y en el camino llegó la buena noticia, iban a esperar un bebé. La pregunta es: ¿estamos orando con fe? “Todo lo que lleva esfuerzo llevará años de bendición”. Armando lleva sirviendo a lo largo de siete años en rosarios, coronillas y tantas misiones.
Su niño nació un 13 de septiembre el día de Santa Lucía. Así descubrieron que un minuto de dolor es toda una vida de gloria. “Le dijimos a Dios que le serviremos con el alma y con el corazón. ¿Cómo no entregarme a Él? Todos los días servimos a Dios, donde hay odio llevamos amor”. Cuando la ciencia dijo que no podía dar hijos sanos, el Señor se lo ofreció. El segundo embarazo llegó a través de la Virgen de Fátima. “Llegó una linda niña que se llama Fátima. Que para la gloria de Dios es un milagro para cualquier argumento científico”. Todo lo que en algún momento parecía no llegar, llegó.
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