María Paula, es de Colombia y tiene dos hermanos. Sus padres la tuvieron muy jóvenes y su familia no era creyente y tampoco practicaban la fe. Mapi es la mayor de sus tres hermanos. Desde muy pequeña recuerda que tenía una capacidad grande para asumir las responsabilidades que le tocó vivir. “Al ver esas responsabilidades que yo tenía mis padres descargaban todos sus problemas emocionales conmigo”, explica.
Le costaba relacionarse con personas de su edad. Era una persona muy madura para su época. Su madre explica, que estuvo a punto de abortarla. Finalmente decidió tenerla y ese momento también marcó su destino ya desde su nacimiento.
María Paula era el modelo de niña perfecta, buena estudiante y chica responsable. “Emocionalmente no me sentí con esa percepción de poder ser vulnerable. Tuve problemas afectivos que no me correspondían y generan en ti muchas heridas. Heridas de injusticias”, explica.
Cuando tenía 7 y 8 años recuerda un episodio complicado. “Mientras me estaban cuidando las personas que allí estaban cuidándome dejaron puesto un video pornográfico. No tenía una madurez cognitiva para asumir esas realidades que no puedes asumir”, explica.
“Empecé a desarrollar una adicción a la masturbación y a la pornografía y a normalizarlo. En el colegio y en la universidad todas esas experiencias se mantienen. Era una excelente estudiante, en mi vida había un dualismo complejo”, resalta. Toda esta situación también le afectaba a sus relaciones con los hombres.
“Tuve un novio y pensaba que era el hombre perfecto, pero nuestra sexualidad, emociones las ponemos en manos equivocadas. Tu tienes el diamante más precioso del mundo y se lo das a un niño pero el niño lo puede romper”, relata.
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