Stephanie Echeverri es colombiana residente en Honduras. Nace en Honduras de padres y descendencia colombiana. El Señor le regala la primera cruz con el divorcio de sus padres. Fue su madre la que abandona el hogar y se queda el padre con la custodia de ella y sus tres hermanas. “Mi padre al ver que estaba solo decide regresar a Colombia y nos lleva para que creciéramos allá”, explica. Crecen en Colombia y a la edad de 13 años Estefanía empieza su época de rebeldía a pesar de estudiar en un colegio de monjas. Reconoce que su familia es católica descafeinada. Su familia iba muy de vez en cuando a misa. Sin embargo, tenía una abuela muy piadosa que rezaba el Rosario.
En Colombia comienzan esta nueva vida sin la figura materna. Llega a la adolescencia perdiéndose en el mundo. No se estaba perdiendo con hombres ni saliendo de fiesta. En el caso de Estefanía sus amistades le estaban llevando al lado oscuro de la música y estos ambientes. Como su padre estaba viendo la situación, decidió regresar con sus hijas a Honduras.
Este cambio resultó ser duro. “Aquí logré enderezarme. Fui la oveja negra que le dio ese dolor de cabeza a mi padre. Eso es porque el enemigo me estaba perturbando”. Así, termina el colegio y comienza la universidad. También, había un mayor contacto con su madre pero siempre con un poco de distancia. Ya siendo adultas lograron discernir y comprender muchas cosas para que se diera ese perdón a su madre.Cuando entra en la universidad conoce al que fue su pareja. Se conocen en el día de su cumpleaños.
Hubo mucha conexión entre los dos y desde ese mismo día comenzaron a hablar. “Se convierte en mi único novio y así comienza una relación que duró 7 años de noviazgo”, explica. Sin conocer de Dios ninguno de los dos, dan el paso a casarse, a pesar de estar viviendo en pecado. En el primer año de matrimonio, el Señor le regala otra cruz como explica Estefanía y es una operación del corazón a la que tiene que ser sometida. “Así tengo que viajar fuera del país para operarme del corazón”.
En ese primer año Estefanía ya da sus primeros pasos con el Señor. Un camino que en realidad le estaba preparando para lo que vendría después. “Una conocida me hizo la recomendación de ir a una hora santa. No tenía nada que hacer en ese momento. Estaba buscando un hijo con mi marido y el niño no venía. Pensé que sería buena idea acudir y así rogarle al señor por este anhelo”, cuenta.
El Señor así fue haciendo su obra integrándola en la misma iglesia. Un día le hicieron una invitación muy especial y es que se consagrara a la Virgen María. Fue una feligresa amiga suya y no se lo pensó mucho. “Y es que yo no tenía esa conexión con la Virgen por esa ausencia de madre que tuve. Comienzo a ser dócil y voy a las consagraciones”, recuerda. De este modo, comienza su fe por el Señor. Su pareja nota ese cambio y decide acompañarla a misa.
Ya en el segundo año de matrimonio viene su segunda cruz. Su marido decide irse fuera de la casa a causa de una infidelidad. Esa misma noche que se da cuenta de este engaño decide irse para el Santísimo y así llorarle por ese dolor tan grande que estaba sufriendo. “Es un dolor muy profundo en el alma el que tenía. El Señor me estaba dando la gracia del significado de la traición. No se lo deseo a nadie pero es verdad que al Señor también lo traicionaron”.
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