El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús. En este video os explicamos la historia del Sagrado Corazón de Jesús y las claves para honrarlo e imitarlo. Una oportunidad que se nos ofrece para poder honrarlo e imitarlo, pero, ¿cómo hacerlo? Durante estos 30 días debemos demostrarle nuestro amor en agradecimiento por morir por nosotros y decirse quedar hasta el fin de los tiempos en la Eucaristía con un único objetivo: conducirnos hacia el cielo. La devoción a al corazón de Jesús ha existido desde los inicios de la Iglesia, desde que se meditaba sobre las llagas de Cristo pero no es hasta la edad media cuando sucede algo extraordinario.
El 16 de junio de 1675 Jesús se le apareció a una joven monja: Margarita María de Alacoque. Le mostró entonces su corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas y con una herida abierta de la cual brotaba sangre. Santa Margarita escuchó en esa visión: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, sin ahorrarse ninguna pena, consumiéndose por ellos en prueba de su amor. En vez de agradecérmelo, los hombres me pagan con la indiferencia, la irreverencia, el sacrilegio y la frialdad y desprecian el sacramento de mi amor».
En seguida, pidió a Margarita que trabajase por la institución de la fiesta de su Sagrado Corazón, que debía celebrarse el viernes siguiente a la octava del Corpus. De esa suerte, por medio del instrumento que había elegido, Dios manifestó al mundo su voluntad de que los hombres reparasen la ingratitud con que habían correspondido a su bondad y misericordia, adorando el Corazón de carne de su Hijo, unido a la divinidad, como símbolo del amor que le había llevado a morir para redimirlos.
Nuestro Señor había dicho a santa Margarita: «No hagas nada sin la aprobación de tus superiores, para que el demonio, que no tiene poder alguno sobre las almas obedientes, no pueda engañarte». Cuando Margarita habló del asunto con la madre de Saumaise, su superiora, ésta «hizo cuanto pudo por humillarla y mortificarla y no le permitió poner en práctica nada de lo que el Señor le había ordenado, burlándose de cuanto decía la pobre hermana».
Santa Margarita comenta: «Eso me consoló mucho y me retiré con una gran paz en el alma».
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