Establecido por expertos y alimentado por las leyendas, el parecido de un pontífice con el rostro del demonio en la pintura de San Miguel de Guido Reni es evidente. Pero, ¿cómo es que esta obra encargada por un fraile acabó replicando la cara de quien se convertiría en Inocencio X? Mera “casualidad” o una elaborada venganza, el retrato se encuentra hoy en la iglesia Nuestra Señora de la Concepción de los capuchinos, un hermoso templo situado en Via Veneto de Roma.
La pintura fue encargada durante el papado de Urbano VIII por su hermano Antonio Barberini, quien también era cardenal. Ambos mantenían claras diferencias con Giovanni Battista Pamphili y rivalizaban en el colegio cardenalicio. No obstante, el artista cumplió con el encargo, pero al hacerlo dejó una peculiar huella en él. Puso empeño en conseguir notable belleza en su arcángel y la alcanzó tras mostrar el reflejo de la luz sobre la figura angelical, en contraste con la oscuridad de las tinieblas. Al elaborar el rostro del alado demonio, Guido Reni se aseguró de ponerle las facciones del cardenal Pamphili, algo que más tarde tendría consecuencias.
Pese a que la pieza fue cuestionada, se mantuvo en una capilla de la iglesia, y adquirió mayor fama una vez que el prelado retratado en ella se convirtió en el papa Inocencio X. La creencia popular sostiene que el artista guardaba rencor por el pontífice, pues tras duros roces por unos frescos, el futuro pontífice había hecho circular rumores en su contra que lo afectaron considerablemente.
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