MISERICORDIA: Su origen es el pecado y su objetivo la reconciliación (padre Luis Ángel Jiménez)

Nov 18, 2023 | ESPIRITUALIDAD

El Padre Luis Ángel Jiménez de la diócesis de Sigüenza nos desarrolla a continuación la quinta Bienaventuranza del evangelio de San Mateo. “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. El padre nos explica cómo una vez más vemos la vida del cristiano se desarrolla en ese binomio don-tarea. “Toda gracia de Dios supone un don, que se convierte en una tarea, en una misión”. También, la misericordia de Dios “es un don que recibimos gratuitamente y que se convierte para nosotros en una tarea”. 

Fundamentalmente, podríamos entender que la tarea que asumimos al recibir la misericordia es convertirnos, es decir, aceptar la misericordia de Dios y por otro lado, ofrecer el perdón a quienes nos haya podido ofender. “Que Dios sea misericordioso con nosotros, ese don tan inmenso, nos obliga de alguna manera a acogernos a su misericordia y a ofrecer nuestra misericordia, nuestro perdón a los demás”, explica. 

Se puede decir que la misericordia tiene un origen, que es el pecado y un objetivo que es la reconciliación. “Dios es misericordioso porque nosotros hemos pecado. Si no hubiéramos pecado no podríamos hablar propiamente de misericordia. La misericordia es la reacción de Dios ante nuestro pecado”. Así, el objetivo, lo que Dios se propone, lo que Dios busca a través de esta misericordia no es otra que la reconciliación. “Recuperar el amor mutuo, la comunión de amor que se perdió por culpa del pecado”. 

Por lo tanto, si la misericordia es la respuesta de Dios ante el pecado del hombre, es necesario entender en profundidad qué es el pecado y la misericordia. “Una visión pobre del pecado nos daría una visión pobre de la misericordia”, asegura el padre. El pecado, como bien lo enseña el Catecismo, es desobedecer voluntariamente la ley de Dios. Esta, se podría decir, es la forma habitual de cometer un pecado. Pero, ¿qué es el pecado en su raíz? 

“Lo esencial del pecado es rechazar la filiación divina, es decir, no querer vivir como hijos de Dios. Pretender ser felices al margen del amor de Dios”. Y es que en la parábola del Hijo Pródigo el pecado se ve con claridad. “Se marchó de la casa de su padre. Abandona la casa paterna”. Por eso, el pecado implica en nosotros “una esclavitud y por otro, una muerte espiritual. 

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