En los ocho siglos que lleva la devoción de la Virgen del Carmen y el escapulario, se conocieron cientos de historias milagrosas ligadas a este sacramental.
Barcos que se salvaron del naufragio, conversiones inexplicables o personas que sobrevivieron milagrosamente a accidentes; son algunos de los testimonios de los favores que se conceden a través del uso del escapulario.
Sin embargo, existe una historia poco conocida que revela el real poder de protección que este sacramental le da a los devotos, no por sí mismo, lo cual lo convertiría en un amuleto; sino por la consagración que implica a la Virgen María.
Al Santo Cura de Ars se lo conoce por ser un confesor admirable e incansable. En una ocasión, una joven se acercó al sacerdote para confesarse. Estaba pronta a ingresar a la vida religiosa
Durante la conversación el Santo Cura de Ars le preguntó:
—¿Recuerdas, hija mía, en cierta noche de baile, dónde estabas? Había un hombre muy joven, muy lindo, desconocido, distinguido, admirado, y todas las chicas querían bailar con él.
—Sí, recuerdo cuando nunca vino a preguntarme, estaba triste, pero todas las demás chicas tuvieron el privilegio de bailar con ese joven.
—Te hubiera gustado bailar con él, ¿no?
—Sí.
—¿Recuerdas, cuando ese joven salía del salón de baile, viste bajo sus pies dos llamas azules? ¿Y pensaste que era una ilusión de tus ojos? Cuando viste a ese joven salir del salón de baile, ¡viste fuego bajo sus pies! No fue una ilusión de tus ojos, hija mía. Ese hombre era un demonio. Y si no vino a invitarte a bailar es por una razón: llevabas la vestidura de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
¡Increíble! ¿Qué piensas de esta historia sobre el escapulario?
¡Virgen del Carmen, ruega por nosotros!
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