Lily Escu es de Argentina y tiene 45 años. Pertenece al movimiento de la Palabra de Dios. Coordina un grupo de jóvenes y sirve con su música católica. Es profesora de educación física. Sus abuelos nacieron en España. Siempre estuvo relacionada con la música. Es la menor de sus hermanos, con sus padres y hermanos siempre la música estuvo presente. En la adolescencia salían a cantar en las peñas folclóricas de Argentina. Su hermano también compone. Al cumplir 18 años tenía que elegir carrera. Pensaba que de la música no podría vivir así que decide estudiar Educación Física. Mientras estudiaba acudía a la Compañía de Jesús, allí la invitaron a cantar en la misa. No tenía en aquel momento experiencia de un Dios vivo pero la música le apasionaba.
Un día sin pensarlo quiso acudir al movimiento en el que estaba su círculo. La gente de la parroquia la invitaron con mucho amor a un retiro pero ella prefería volver a su pueblo a disfrutar de la fiesta y la familia. Le dijeron que no pasaba nada y que cuando volviera se podía unir. “Descubro a un Dios vivo que me llamaba por mi nombre y me llamaba en la Palabra. En este movimiento lo descubrí”. El Señor le hablaba en lo concreto. El amor de Dios le desbordaba. Nunca se le había ocurrido hasta ese momento en componer. Ahí aprendió que lo que estaba buscando es la aprobación de los demás y no del Señor. Así, entra a trabajar en el colegio del movimiento. Siempre coordinó grupos y sirvió. En ese momento se echa un novio, Gabriel, también del movimiento, y al año y medio le diagnosticaron una enfermedad muy agresiva.
Comienza así una batalla inesperada para ella. “Estaba mucho tiempo en aislamiento. Fue un tiempo de mucha cruz y dolor pero también de mucha gracia”. A los seis meses Gabriel parte a la casa del Padre. Comienza un valle de lágrimas, un verdadero vía crucis. “Mis hermanos de comunidad fueron mis cirineos, me sentí acompañada en esa cruz que tenía que cargar”, recuerda. Tuvo momentos de enfado, de preguntarle a Dios el por qué y el para qué. “No sabía dónde estaba la promesa de Dios de formar una familia”. Si bien se enfadó, nunca se soltó de la mano del Señor. De hecho, se había mudado a un piso dónde había una capilla de adoración perpetua. Ahí acudía todos los días a rezar y a llorar. Su psicóloga y psiquiatra le ayudaron también mucho en este proceso. A los diez meses, le dijo al Señor que ya no podía más. Quería que le llevara con Él. “La misión de Gabriel terminó pero la tuya no”, esas fueron las palabras de su productor musical en aquel momento. La psicóloga ese día en vez de una sesión normal le dió un DVD para que viera la vida de Santa Rita de Casia.
¡No te pierdas el testimonio completo, te impresionará! Puedes seguirla aquí: https://www.instagram.com/lilyescu/
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