Bebuca es una mexicana que lleva ya viviendo en Pamplona (España) 26 años. Viajó hasta España como ella dice por amor. Encontró trabajo pronto y se casó con el que por entonces era su novio.
Tuvieron tres hijos y cuando la hija pequeña cumplió los tres años a su marido le detectan un cáncer de vejiga. Ahí comenzó una época intensa de médicos hasta que en el año 2018 la cosa se complica y le tienen que quitar la vejiga. Parecía que la cosa estaba tranquila, hasta que el año 2011 le aparece un tumor en el cerebro.
“Siempre acudía a Dios para todo, mis diálogos eran con él. Mi primer pensamiento fue: ¡Dios mío qué vamos a hacer! Me veía sola con 39 años, en otro país, sin ninguna intención de volver a México”, explica. Se relajó y pensó que había que vivir en el día a día.
Fueron pasando los días y Bebuca sabía perfectamente que se estaba muriendo. “Rezaba con él, le hablaba, quería que se sintiera acompañado y no tuviera miedo”. Él ya no podía hablar porque estaba sedado pero en un momento despertó y dijo: Bebuca, me muero. Su reacción fue la de cumplir una promesa que hizo en el momento de su boda: Prometo serte fiel en la salud y en la enfermedad. “No somos muy conscientes cuando decimos esa frase.
Es muy difícil porque lo que te sale en ese momento es ponerte a llorar amargamente y abrazarlo pero yo le dije, si te estás muriendo, pídele al Señor por tus pecados y pide a la Virgen de Guadalupe que te recoja en su manto y te lleve y vete en paz porque yo voy a estar bien con los niños, yo los voy a cuidar y vamos a salir adelante”, cuenta.
Cuando le dijo esas palabras, él se quedó tranquilo, muy callado. Después de pasar unos minutos él dijo: Amén, amén, amén. Entonces Bebuca pudo quedarse tranquila y en paz.
“Hay que ayudar a bien morir a la persona y acercar a la gente a la confesión”, recalca.
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