Santa Verónica, ayudó y acompañó a Cristo mientras se dirigía al Calvario. Su figura, preservada en el tiempo a través de la tradición cristiana, se relaciona con una de las más importantes reliquias del cristianismo. En la sexta estación del Vía Crucis se recuerda cómo, en el camino del Calvario, una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor.
En aquel velo, conocido mundialmente como “Santa Faz” o “Velo de la Verónica”, quedó milagrosamente impreso el Santo Rostro de Cristo. El propio nombre de Verónica, según algunos estudiosos, parece hacer referencia a este velo, ya que significaría “verdadera imagen”, resultado de la combinación del adjetivo latino “verdadero” y el sustantivo griego “icono” o “imagen”. A esta reliquia le rodean numerosas incógnitas y misterios que durante años han sido objeto de estudio e investigación por parte de varios expertos.
Cuando se construía la nueva Basílica de San Pedro, el manto de la Verónica fue trasladado por el Papa Urbano VIII (1590) a una de las cuatro capillas de los pilares que sostienen la cúpula. Posteriormente el paño fue robado y vendido de forma ilegal. Existen quienes sostienen que dicho robo se realizó en el siglo XV durante la demolición de la basílica medieval, aunque otros expertos defienden que el hurto tuvo lugar en el saqueo de Roma en 1527.
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