Encontrar la historia del diluvio en la Biblia es un asunto bastante complicado ya que la narración bíblica está formada por dos historias diferentes que en ocasiones se mezclan entre sí.
En este sentido, las Sagradas Escrituras ofrece dos respuestas diferentes a esa pregunta. En resumen, toda la narrativa del diluvio se compone de dos historias entretejidas, cada una de las cuales corresponde a una fuente diferente.
Por ejemplo, no están de acuerdo con respecto a cuántos animales se suponía que debían llevarse a bordo del arca. El capítulo seis dice «un par de cada uno» (Cf. Gn. 6, 19). El capítulo siete dice «una pareja de animales inmundos y siete parejas de limpios» (Cf. Gn. 7: 2). También se encuentra a Noé soltando un cuervo que «iba de un lado a otro hasta que las aguas se secaron» y una paloma que en la tercera ocasión «no volvió a él».
Pero, quizás la diferencia más llamativa entre ambas historias es cuánto duró el diluvio. El capítulo siete dice dos cosas diferentes, solo unos pocos versículos que separan ambas versiones. Según Génesis 7, 17, el diluvio duró 40 días. Esta es, seguramente, la versión más famosa de la historia. Ha sido objeto de todo tipo de interpretaciones simbólicas, tipológicas y teológicas; estos 40 días se leen como una prefiguración de los 40 años que los israelitas pasaron vagando por el desierto y de los 40 días de Jesús en el desierto.
Pero según Génesis 7, 24, solo siete versículos después, el diluvio duró 150 días. ¿Cómo se explica esta diferencia? La respuesta es relativamente sencilla. Los expertos coinciden en que la narrativa de 40 días es la original. Se centra en la justicia de Noé más que en la majestad y el poder de Dios.
Por tanto, la duración de la inundación es más «modesta»; de hecho, sólo tarda una semana en retroceder: se concibe en términos más «humanos». La historia de 150 días es una adición posterior. Destaca la trascendencia, la justicia y la virtud de Dios: es más «piadosa», orientada a lo divino.
Ambas, juntas, forman un todo unificado que proporciona al lector una comprensión integral de los requisitos de la justicia divina y la respuesta humana justa a tales demandas.
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