Anabel Mialdea viajó hasta Rusia con su marido para adoptar a sus dos hijos. Fue al traerse a Rafa cuando conoció las lamentables condiciones de los orfanatos rusos, y quiso volver para traerse a Ana. «Dios ha estado con nosotros en todo nuestro camino», dice.

Anabel se define como una persona corriente, cordobesa y ganadora de un premio porque la plataforma provida de Córdoba conociendo su historia de adopción le pidieron dar testimonio en una manifestación el Día de los Santos Inocentes. Anabel además pertenece a la ONG Adevida Córdoba. La idea de Anabel es que después de casarse quería formar una familia pero los hijos biológicos no llegaban y tampoco quisieron probar tratamientos con los que no estaban de acuerdo. Fue entonces cuando se decidieron por la adopción.

«El proceso de llegar a la adopción no digo que fuera fácil, es difícil decir aquí dejo de intentar ser madre biológica, pero una vez nos metimos en esta lucha tuvimos mucha paz». Al final Anabel y su marido tenía tensión acumulada de esa espera del embarazo, «producía angustia», recuerda. Tomar esa decisión de la adopción la recuerda como una liberación pero el proceso hasta conseguirlo era otra historia.

En ese proceso se decidieron por Rumania porque en ese momento era el país cuyo trámite resultaba menos lento pero les estafaron y les hundieron psicológicamente.

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