Adrián Ibañez tiene 19 años. Se dedica en redes sociales a predicar en redes sociales el amor que Dios le ha entregado. Es de Valencia. Viene de una familia católica tradicional, su fe la ha vivido por cumplimiento más que por amor. “Mi fe la he heredado de mi madre que me ha instruido en el camino”. Está agradecido a su hermano que ha sido el que le ha ayudado a profundizar más. Recuerda su infancia como una infancia feliz, llena de alegría. Nunca le han faltado las amistades y ese entorno bueno en el que apoyarse. Llega la adolescencia y ahí es dónde la vida le dió una bofetada. “Gracias a Dios los amigos del colegio también fueron los mismos en el instituto. Pero noté a esos amigos un poco de oscurecimiento, que el demonio estaba ahí presente”. Así desarrolló un miedo, el miedo a ser rechazado. “Cuando tenía hambre y me rugía la barriga sentía que ´por ese detalle tan tonto podían rechazarme”.
Llegó 2º de la ESO y esos amigos que tenía salían por la noche y bebían y eso le hizo separarse mucho de ellos. “Fue el peor año que yo recuerdo. Un día unas chicas vinieron a clase a hablarnos sobre sexualidad”, explica. Venían a explicarles cómo encontrar ese placer como forma de autoconocimiento. Fue un error porque a partir de ese momento empezó a explorar esa sexualidad con su cuerpo. “Fue un año muy duro porque mi madre enfermó y eso hizo que pasara mucho tiempo en casa con esa búsqueda constante de placer”, reconoce.
Era muy joven y se enteró después, que su madre en aquellos años pudo haber muerto. De este modo, llegó la cuarentena por la pandemia del COVID. “Tenía miedo de estar sólo. La cuarentena me hizo que esa búsqueda de placer se convirtiera en una adicción que no podía controlar”. Así siguió hasta 4º de la ESO. Era el año post pandemia. Iban a clase de manera alterna. En las clases eran sólo diez personas en clase pero llegaba a casa y seguía en lo mismo. “El pecado me dejó roto. Me confesaba día sí y día no”. En esa realidad estaba derrotado. Cada confesión le dejaba agotado. “Mi confesor me dijo que cada confesión era una victoria”. Pasa el tiempo y llega el curso de Bachillerato. El ambiente en ese momento era oscuro. El entorno siempre estaba hablando de temas sexuales, esto le hacía que se agudizara esa adicción. Su hermano un día le propuso que fuera con él de peregrinación a Fátima. “Fui a este primer encuentro católico en mi vida con la esperanza de encontrar un ambiente diferente. Le costó entrar en el grupo, sin embargo el Señor le puso un faro que fue una amiga suya que fue instrumento para que entrara.
¡No te pierdas este precioso testimonio de conversión! Puedes seguir a Adrián aquí: https://www.instagram.com/adrii_banez/
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