Diana Castro es una mujer que ha pasado por muchos avatares. Encontró en un momento complicado de su vida su servicio. “Soy una persona de mucha fe pero que he pasado por momentos complicados”, explica. Su padre falleció a sus 14 años, perdió así a su primer amor como ella lo llama. Reconoce que su carácter lo heredó de él y esa capacidad de servicio. Vivir ese duelo tan joven le llevó a una rebeldía incipiente. Fue el primer momento en que su vida cambió. Con los años su madre fue una madre maravillosa sacando a sus hijos adelante. Llega a los 26 años su deseo de ser madre. Le costó pero logró quedarse embarazada. Tuvo muchas complicaciones en el embarazo. Viene otra gran prueba que Dios le lleva cuando diagnostican a su hijo de cáncer, de una leucemia.
No se explicaba por qué le había tocado a ella vivir ese suceso. Ahí empieza un camino de buscar en vez de un por qué, un para qué. “Fue devastador, sentí que el mundo se venía encima. No sabía a qué me estaba enfrentando”, recuerda. Le hacen un examen a su hijo y después lo ingresan en la UCI. Los médicos le decían que el menos grave de todos era su hijo. En ese momento se descontroló y tuvo una crisis nerviosa. “Empecé a orar y le dije al Padre que le entregaba a mi hijo pero que me diera la fortaleza y la paciencia para que pudiera salir adelante de esa situación”. Así, llegaron a su vida ángeles. Vió la misericordia de Dios en todo el proceso. Vivieron un proceso tranquilo dentro de la complejidad de la enfermedad. “El cáncer se convirtió en un maestro.
Salimos victoriosos a los dos años y medio”. Sabía que si Dios se lo había devuelto sano es porque tenía un propósito para él. Después de salir de una situación como esta uno piensa que la vida ya le ha golpeado suficiente pero no fue así. Llega el año 2020, un año que cambió mucho la vida de las personas. Fue un año muy difícil de mucho cambio y resiliencia. “El hombre maravilloso que me acompañó a lo largo de 12 años perdió la vida por un robo. Fue devastador”. Recuerda este momento como de una gran dureza. Recuerda esa llamada dándole la noticia. Pensaba que iba a entrar en un agujero oscuro del que no iba a poder salir. “Vuelvo a confrontarme con Dios. Es muy difícil perder a tu alma gemela que Dios te pone en el camino”. Fue él, el que le animó a formar la fundación. Cae en un abismo dónde se pregunta qué hicieron mal. Nada le importaba, ni su madre, ni su familia.
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