Francisco viene a contarnos su testimonio eucarístico y mariano. Es de República Dominicana. Es un país pequeño pero con una espiritualidad muy grande. En el año 1973 una pareja de esposos que tenía hijos decidieron no tener más hijos, querían cerrar ese ciclo con la familia que ya tenían. Esa pareja de esposos a pesar de decidir no tener hijos, se queda embarazada. Esta mujer es la madre de Francisco. A los seis meses comienza a tener dolores y sangrado. Decidió ir al médico y cuando le hicieron los estudios le diagnosticaron que el niño tenía hepatitis. “Los médicos para poder salvar su vida le propusieron abortar”.
Su madre no quiso abortar y pidió un milagro al Señor. El médico le comentó que él no creía en los milagros y que cuando lo viera lo creería. “Ella hizo la novena a la Milagrosa”. Días después se le fueron los dolores. Ese doctor escéptico que no creía en los milagros vió uno y reconoció ese milagro delante de su madre. La madre de Francisco era católica y miembro de la Legión de María, este grupo asiste y ayuda en las misas y atiende a los enfermos. Cuando fue creciendo comenzó a vivir la vida, a estudiar y a prepararse. Se empeñaba en conseguir sus metas con el estudio. Hizo sus sacramentos pero empezó un alejamiento de Dios. Desde niño recuerda que jugaba a ser sacerdote. Su madre está feliz de la vida. “Mi madre nos animaba a rezar por las almas del purgatorio”, sostiene.
En la adolescencia tuvo novia y seguía preparándose. Ya de adulto se casó y tuvo un hijo varón para después tener una hija. Se repitió la misma historia. El médico les advirtió de la gravedad de tener esa hija. “Fuimos a la eucaristía y nos sentamos en la segunda banca. Cuando el sacerdote estaba consagrando la bebé dió una patada”, explica. Al llevarla al hospital el médico presenció otro milagro porque su corazón latía con más fuerza que al principio. Francisco era muy activo en el tema de los negocios pero estaba alejado de Dios y valoraba más todo lo material.
En un momento muy triste de su vida y muy sumergido en el trabajo, al volver de viaje le anunciaron la muerte de su padre. Fue el momento perfecto para enfadarse con Dios. Sentía que el mundo se derrumbaba. Un día una amiga le avisó que fuera a los retiros de Emaús. Fue allí dónde tuvo su primer encuentro personal con el Señor. “Servía pero seguía enojado con Dios. Un día me invitaron a un retiro y tenía que organizar a las personas que iban”. En una oración personal con el Señor le dijo al Señor que le quitara lo que no era necesario de su persona.
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