Fran Orvich, tiene 30 años y vive en Madrid. Es feriante de toda la vida con sus padres. Viene a contarnos su testimonio de cómo el Señor le rescató de la homoxesualidad. Y es que, en el Catecismo como bien relata Fran la homoxexualidad está llamada a vivir en castidad. Su padre reconoce que nunca ejerció como padre. Era un padre que pegaba a su padre. “Nací con una herida de miedo a su padre, de falta de padre. De niño tuve que ver cómo pegaba a mi madre”, reconoce. Tuvo que presenciar situaciones muy dolorosas. Su madre se separaba de él, luego volvía. Emocionalmente estaba destruido y espiritualmente también. Esta ha sido su infancia, una infancia tormentosa que ningún niño merece. Su padre nunca le dijo que le amaba, ni le daba ningún tipo de cariño. A él nunca le pegó pero por esa violencia a su madre, le llegó a odiar. Por otro lado, su madre era una mujer de oración, una mujer de Dios que siempre les inculcó a sus hijos el catolicismo. “A mi madre a pesar del dolor ha sido sobreprotectora, esto me impedía avanzar y crecer. Cuando había alguna excursión en su colegio, a su madre le daba miedo incluso que acudiera a este tipo de actividades.
Esto le impedía crecer y madurar. Era el pequeño de los tres hermanos. Sus hermanos, de alguna forma también se burlaban de él. Esto le generó inseguridad, más de la que ya tenía. A los 8 o 9 años ya empieza a tener contacto sexual con niños de su edad. “Empiezo a investigar y esto supone una puerta al demonio”. En aquel momento, era un chico tímido al que le costaba hacer amigos. Toda la situación que vivía en su casa, le afectaba en sus estudios. A los 12 años ya empieza con la masturbación. En el instituto se adentra al mundo de la pornografía y el ocultismo. “Me llamaba la atención todo ese mundo de espíritus”.
También hacía el péndulo, y otras muchas puertas que abrió a este mal. En esta época reconoce que tenía un Dios a su medida. Creía en Jesús y la Virgen pero no hacía nada. En el instituto tenía cinco novias. Sentía que no tenía atracción real en ellas. Siempre había algo que no funcionaba en estas relaciones. En el instituto se empieza a fijar en un compañero de clase. “No lo erotizaba, simplemente me gustaba. Quizás estaba viendo esa figura paterna porque además era mayor que yo. Quería que alguien me quisiera”. A los 16 años está con la primera persona gay de manera íntima y se adentra en la vida gay de forma oculta.
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