Santo Domingo Savio, cuya fiesta se celebra el 6 de mayo, se le apareció a su papá después de haber muerto, y ambos sostuvieron un emotivo diálogo que le dio consuelo a su afligido padre. Era el 9 de marzo de 1857 y Domingo Savio estaba en agonía en su casa. Su padre, con lágrimas en los ojos, cumplía la última petición de su pequeño al leerle las oraciones de la buena muerte. La madre de Domingo se había ido llorando del cuarto porque no soportaba el dolor de perder a su querido hijo. Las Memorias Biográficas, conjunto de 19 tomos sobre la vida de Don Bosco, señalan que el santo adolecente como que se durmió o tal vez se sumergió en una profunda meditación. De pronto despertó y pronunció alegremente sus últimas palabras: «Adiós, papá, adiós; ¡qué cosa tan hermosa veo!».
Naturalmente, el señor Carlos Savio se quedó muy acongojado por la partida de Domingo y quería saber si se había salvado o no. Semanas después vio algo sorprendente. «Estaba una noche desde largo rato en la cama sin poder conciliar el sueño, cuando me pareció que se abría el techo de la habitación en que dormía y he aquí, que rodeado de vivísima luz, se me apareció Domingo con el rostro risueño y alegre, pero con aspecto majestuoso e imponente», describió. El hombre quedó perplejo, hasta que reaccionó y le preguntó a su hijo cómo se encontraba y si ya estaba en el cielo. El santo le respondió que sí, que ya estaba «verdaderamente en el cielo». El señor Savio exaltó la misericordia de Dios en su querido Domingo que se hallaba feliz en el paraíso. Después le pidió a su pequeño que rogara por sus hermanos y hermanas para que puedan ir un día con él.
0 comentarios