Camilo Vélez es un colombiano nacido en la ciudad de Medellín. Viene de una familia católica, normal. La fe la vivían sin conocimiento pero con mucho amor según nos cuenta. Siempre les transmitieron la importancia de confesarse, de la religiosidad y del valor del respeto. Su padre era un hombre trabajador al que apenas veían porque tenía que trabajar. En aquellos años el país era un país complejo, con mucha violencia en las calles, pero también era un país de gente honesta.
Fue creciendo en un ambiente convulso. Aún así tomó la Comunión y la Confirmación. Desde joven comenzó una relación con una chica. Un despertar de hormonas y una sexualidad desordenada. Fue un momento de alejarse de la iglesia y de comienzo de una carrera deportiva que le tenía ocupado. Así, con el tiempo Camilo vuelve con su novia y la chica se queda embarazada. “Mi vida era sentirme en el centro de todo. Dejé de comulgar, de ir a misa.
Así empiezan mis tropiezos a nivel profesional como deportista y personal”, reconoce. A todo esto se le suma la responsabilidad de ser padre a una edad temprana. Fruto de esta nueva situación, Camilo con 22 años se va a vivir junto a su novia por presión familiar. Asumiendo esa responsabilidad. “Me sentía en el centro del mundo y Dios no estaba presente”. En el año 1995, Camilo tiene una lesión deportiva muy fuerte. Pasa un año muy malo.
Le dicen que quizás sea imposible que pueda volver a jugar. Esto supuso una caída muy profunda para él pero también fue un año de grandes transformaciones. A pesar de la lesión, se va recuperando poco a poco aunque el ritmo de los partidos ya no era el mismo que antes. Sentía que el resto ya no le miraban como ese deportista que era por las lesiones que arrastraba. Así, aparece una persona que conocía, era un hombre ya conocido por Camilo y le ofrece la posibilidad de irse a Medellín y así estar cerca de su hija.
Pero un día ocurrió una situación de violencia, algo muy común en el país. Era el año 1999 y este mismo hombre que le propuso ir a Medellín ahora le dice que iba a dejar el país y que se fuera con él. De esta forma, da comienzo la aventura de salir del país para llegar a España. Así, llega a Palma de Mallorca. “En el aeropuerto me despedí de mi hija con tan sólo tres años, fue duro”, explica. No sabía cuando iba a volver. Cuando pasa el control del aeropuerto cae en lágrimas al dejar a su pequeña. “Fue muy providencial llegar a Mallorca. Ese mismo día que llegué comienzo en un trabajo. Así, me presento en la entrevista y esa misma tarde empiezo a trabajar. Dedujeron que al ser deportista sería rápido también en el trabajo”. Era una pizzería y observando fue aprendiendo.
“Así, comienzo de nuevo un periodo de libertad y de la sexualidad desordenada. Mi padre, cuando yo empecé a jugar al fútbol y tuve que dejar de estudiar me recomendaba que leyera. Me recomendó leer el libro del Eclesiástico. Fui leyendo y descubriendo aspectos muy bonitos de la vida”. Sin darse cuenta se fue sembrando en él la semilla de la conversión que culminó en un retiro dónde pudo sanar todas las heridas que arrastraba. Fue un encuentro muy personal que tuvo con el Señor. ¿Quieres conocer cómo sucedió? ¡No te pierdas este precioso testimonio de conversión!
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