Omar Vélez viene a contarnos su historia de fe y del verdadero Omar. Nació en Colombia. Su madre era una persona amorosa y su padre era un hombre mujeriego, es el quinto de ocho hermanos. Su madre a pesar de no tener mucha formación leía mucho. Su padre se fue de casa cuando tenía cinco años. A pesar de ser pequeño estos sucesos no se olvidan nunca.

El hecho de que su padre no estuviera en casa generó muchos traumas en Omar y él asumió el rol de padre con sus hermanos. Le hizo conocer la vida de una manera muy diferente. Su madre trabajaba y no pasaba tanto tiempo en casa. “A través de su vida estudió en una escuela pública. Aprendíamos cosas de Religión muy sencillas. Participé en 18 movimientos estudiantiles y me empapé del existencialismo y aprendí el ateísmo y el comunismo de la época”, recuerda. Sin embargo, la Virgen María tenía un plan, sin duda para él. 

Porque le gustaba una chica ingresó como Legionario de María. Por un lado era un joven rebelde revolucionario y daba clases. “Mi función en aquel momento era destruir el modelo de los ricos y es que mi padre era ese perfil. Quería cambiar el país. Cuando estuve más adelantado en la universidad conocí a un sacerdote que luego marchó a la guerrilla”, recuerda. Aprendió a mantenerse en la clandestinidad. “Era una persona rebelde. Además un día me encontré al presidente del comité estudiantil comunista vestido de yoga. Buscaba a mi padre en todos los lugares. Ese trauma no me permitía ver”, comenta.

Ese líder le enseñó yoga y los horóscopos.  “Aprendí a leer la vida de las personas con el horóscopo. Entendí que el yoga me quitó la piedad. Me fascinaba la alquimia, todo aquello que me daba poder y control”. Reconoce que como estaba herido, todo esto en su personalidad estaba desequilibrado. Tuvo que aprender todo lo que había detrás de sus deseos. Después del yoga viene de visita en Colombia a su futura mujer, llega desde Venezuela. “Su familia venía de procesos de masonería”. 

Aquella chica conocía el espiritismo y le enseñó. Aprendió a mover cosas con la gente. Para Omar era fascinante todo esto. Pero un día haciendo una sesión espiritista una persona amiga de Omar quedó como en un trance. Mandó a la gente a que se fuera del cuarto. Fue cuando se acordó de Dios y pidió por ella para que no se fuera. “Desde ese día me juré no meterme con estas fuerzas que no podía controlar”. 

Se enamoró de esta chica venezolana pero decidió irse porque muchos compañeros suyos revolucionarios estaban en peligro. Omar veía que muchos de estos sacerdotes amigos se iban a la guerrilla a apoyar la violencia. Tenía una gran confusión dentro de sí. “No quería la violencia; ya con el yoga había experimentado esa paz no violenta. 

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