La Sagrada Escritura tiene referencias únicas y maravillosas sobre la amistad. En el Eclesiástico se nos dice que amigo fiel es un refugio seguro y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Así, la amistad es un referente tan excelente que Dios quiso tener una relación de amistad con el hombre. Y es que, el mismo Jesús, en la víspera de su pasión y muerte, quiso llamar a sus discípulos amigos y les enseñó que la mayor prueba de amor que se da por los amigos es dar la propia vida por ellos.
En ocasiones los hijos están expuestos a juntarse con “malas compañías” y los padres pueden intuir cuando una relación de amistad no le ayuda al desarrollo de su hijo.
Conviene señalar que una “amistad tóxica” es aquella persona que genera malestar con frecuencia, crea conflictos y causa daños físicos y/o emocionales en la otra persona. Hay señales de alerta en los hijos cuando hay una amistad tóxica como las siguientes:
– Los enfados, peleas y disgustos frecuentes con el amigo.
– El tener una actitud negativa o triste, cuando viene de estar con él.
– Cuando el hijo cambia radicalmente de conducta a como era antes de conocerle.
– Cuando existe una relación unilateral: uno siempre cede y el otro nunca
Si hay alguna sospecha de amistad tóxica es necesario que los padres trabajen el tema de la amistad con él. El hijo debe reflexionar qué no le gusta de su amigo. Hay que darle herramientas para saber solucionar sus conflictos. No es necesario prohibirle que vea su amigo, porque muchas veces la prohibición lleva, sobre todo al adolescente, a empeñarse a convivir más con él. El fundamento de la amistad es querer el bien a otra persona. Ser amigo no significa tolerar nuestros errores ni inducirnos al pecado. El auténtico amigo quiere el verdadero bien para nosotros. Que mayor bendición que podamos tener una amistad santa, una amistad que te lleve a Dios.
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