Las acciones del diablo siempre tienen un propósito y están dirigidas a aquellas personas que, por medio de su trabajo, sus dones y capacidades, podrían tener una influencia positiva en la fe y en la espiritualidad de la humanidad, por lo que dependerá de cada individuo tener la capacidad para evitar esas tentaciones y mantenerse firme en sus convicciones y creencias. El ganador del Oscar, en tres ocasiones, como mejor director, Frank Capra tuvo que enfrentar los embates del demonio, quien una noche buscó a toda costa convencerlo de que en sus películas quitara todos los elementos y valores morales que incluía en ellas.
De esta manera, el director de películas como “¡Qué bello es vivir!” o “Sucedió una noche”, entre otras, reconoció en un manuscrito, que se descubrió recientemente, que tuvo una lucha contra la tentación y resistió ante la insistencia maligna. “Él cree que habló con el diablo una noche cuando estaba sentado en la casa del lago bebiendo demasiado y que el diablo trató de convencerlo de que escribiera películas sin valores”, señaló Kris Captra, hijo de Frank, y en cuya casa se encontró el documento escrito por su padre.
Pero el también guionista optó por quedarse con los valores, tal y como lo señaló durante una entrevista, pues sus películas representan una oportunidad para promulgar la recomendación de Cristo de amar a tu prójimo, que “puede ser la fuerza sustentadora más poderosa en la vida de alguien”. ¿Pero qué es lo que le molestaba al maligno del trabajo cinematográfico que hacía Capra? Un ejemplo es más que suficiente para clarificarlo. Una de las películas más vistas del cineasta en la Navidad es “¡Qué bello es vivir!, realizada en 1946 y cuya trama trata sobre un ángel que baja del cielo a mostrarle a un hombre bueno, a punto de suicidarse, lo horrible que sería el mundo sin él.
El crítico cinematográfico Fernando Alonso Barahona ha explicado que “la obra de Capra está dibujada con valores humanos, una profunda fe en las personas y una visión trascendente de la vida, las relaciones personales y el alma”. Frank Capra no siempre tomó su fe muy en serio. De hecho se calificaba a sí mismo como un “católico navideño” cuando era joven e incluso cuando algunas de sus primeras películas fueron éxitos, se sentía bastante bien consigo mismo y no tenía mucho en cuenta su fe.
Esta percepción cambió después de que un amigo suyo, científico cristiano, le dijo algo que cambió su vida: “Los talentos que tiene, señor Capra, no son suyos, no los adquirió por sí mismo. Dios te dio esos talentos; son sus regalos para ti, para que los uses para su propósito”. Derivado de ese comentario, Capra reevaluó su fe y comenzó a tomársela más en serio, de hecho empezó a usar su arte de una manera diferente para darles una orientación más espiritual.
“Mis películas deben hacerle saber a cada hombre, mujer y niño que Dios los ama, que yo los amo, y que la paz y la salvación se harán realidad solo cuando todos aprendan a amarse unos a otros”, sostuvo el director cinematográfico.
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