Santiago Suárez tiene 30 años y es el segundo hijo de una familia de cuatro hermanos. Su testimonio es una historia como bien explica él donde la misma Virgen María le rescató y ahora tiene un proyecto de evangelización en redes llamado Reino de María. El padre de Santiago es médico y cuando era joven cayó en las ideologías marxistas a pesar de que sus abuelos eran católicos. Con especial recuerdo trae a la mente a su abuela, quien rezaba el rosario. En su momento le parecía una oración muy larga pero fue la primera oración que aprendió.  

Recibió los sacramentos como era habitual, la comunión y la confirmación. “No fue sencillo, mis padres eran católicos pero no iban a misa, ni rezaban. Eran católicos solo para los eventos”, explica. Su padre era comunista y hablaba mal de los sacerdotes y de la iglesia católica así que Santiago creció con esa ignorancia religiosa.

De adolescente ingresó en el mundo del deporte y más concretamente de las artes marciales y el boxeo. Esa era la vida de Santiago. Vivía entrenando, obsesionado por lo físico, por el mundo de la competencia y del entrenamiento. Cuando salió del colegio y entró en el mundo universitario tuvo un conflicto porque no sabía en qué centrar sus estudios. Por presión social de su padre terminó estudiando Medicina pero solo por dos años. Salió de la carrera e inició una vida rebelde por su parte. En su casa recuerda que discutían mucho. Su familia era en esos momentos muy conflictiva. “Me quise alejar de mis padres, comencé a odiar a mis padres. 

Las discusiones de mis padres, me hicieron tener inseguridad y desconfianza incluso en la existencia de Dios”, recuerda. Algo que le hizo refugiarse en el mundo de las amistades. Buscaba ese cariño en las personas de fuera. Un día, un amigo le dió un libro que se llamaba ‘El Alquimista’ que hablaba de la ley de la atracción. “Empecé a interesarme por todos estos temas de la Nueva Era. Comencé a estudiar el tema del yoga, de la meditación y me alejé más de la fe católica, más de lo que estaba y alejado”, comenta. Leía muchos libros de estas materias y creía mucho en todas estas disciplinas. Ya no reconocía lo que era pecado y lo que no. 

“Empecé a sentir una depresión muy grande. Me preguntaba el sentido de mi vida. El deporte tampoco me llenaba”, sostiene. Tuvo que asistir a un psiquiatra para que le ayudara en este momento. Le prescribieron pastillas para la depresión. Pero pasaba más tiempo cansado y desmotivado. Tomar esas pastillas tampoco le hacía bien. Cuando terminó de tomar esas pastillas, la ansiedad le volvía. Considera que fue una de las etapas más oscuras de su vida.

En esta etapa a pesar de sentirse muy triste seguía haciendo deporte, hasta que también perdió el interés por el deporte. Recordaba cuando su abuela rezaba el rosario y decidió en ese momento de su vida rezarlo él también. “No sabía cómo rezarlo, nadie me enseñó a rezar delante del Santísimo, ni las oraciones de reparación. Lo único que sabía hacer por mi abuela era rezarlo. Rezaba el Ave María”, subraya. 

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